Fuimos creados para trabajar, siendo mayordomos de las capacidades con las que Dios nos dotó para servir a otros y llevar Gloria a Su Nombre. El evangelio le da sentido a todo lo que hacemos, incluyendo el trabajo, especialmente. El propósito de tu trabajo y su efectividad no se mide en base a los beneficios materiales que obtienes de ello. Tu trabajo no se trata de ti, si no hay un elemento de adoración a Cristo en él, jamás hallarás contentamiento duradero y satisfactorio; y la manera de adorar a Cristo es en sumisión y servicio a los demás. Tu trabajo no te define; no hay salario o posición que pueda satisfacer tu corazón. No fuiste creado para encontrar tu plenitud en el trabajo, sino en el Dios que te hizo y rescató.